Alicia Genovese
Zingo&Gafuri

Irme, siempre quería irme. No lo declaraba, ni era demasiado consciente, pero cualquier motivo me empujaba a salir de casa. Comenzó con hechos ínfimos como estar en la puerta y recolectar lo que veía como grandes y extraños sucesos en el movimiento de los otros. Esa vecina alta de la vuelta que pintaba cuadros, paisajes al óleo. Las chicas más grandes que usaban medias de nylon y al pasar dejaban ese olor a maquillaje. Salir entonces era permanecer en silencio en el escalón de la vereda y mirar a esos otros. En una calle de tierra el tránsito de autos es muy pausado, muy lento; no hay peligro y la gente se desplaza también parsimoniosamente. Me sentaba en el porche enmarcado por una hiedra que crecía profusa desde una de las columnas y desde ese umbral del mundo me llenaba de olores y preguntas.

Ahí lejos todavía

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Alicia Genovese
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Irme, siempre quería irme. No lo declaraba, ni era demasiado consciente, pero cualquier motivo me empujaba a salir de casa. Comenzó con hechos ínfimos como estar en la puerta y recolectar lo que veía como grandes y extraños sucesos en el movimiento de los otros. Esa vecina alta de la vuelta que pintaba cuadros, paisajes al óleo. Las chicas más grandes que usaban medias de nylon y al pasar dejaban ese olor a maquillaje. Salir entonces era permanecer en silencio en el escalón de la vereda y mirar a esos otros. En una calle de tierra el tránsito de autos es muy pausado, muy lento; no hay peligro y la gente se desplaza también parsimoniosamente. Me sentaba en el porche enmarcado por una hiedra que crecía profusa desde una de las columnas y desde ese umbral del mundo me llenaba de olores y preguntas.