Catalina Reggiani
Concreto

Las coordenadas de Algarabía apuntan siempre hacia ese territorio inexacto que es la casa. En cada poema se filtra un jadeo hasta vovler inevitable el latido.  La casa, en estas págnas, se aborda como órgano vital. La autora expande su geografía, la ensancha y destruye los cimientos. Vuelve a la casa un cuerpo n´made.

La frontera entre el afuera y el adentro pierde nitidez, todo lo que ingresa por la ventana o la puerta se vuelve constitutivo. La casa se convierte en agua o viento, en playa o bosque, hasta contituir su propio sistema secreto. Catalina desdoblada, a través de las huellas que nos nombran, el lenguaje de ese ecosistema - el territorio íntimo- y nos regala su eco que, como un grito primitivo se impregna en todo lo que nos rodea.

La cotidianidad se vuelve un animal sabio que nos  guía hasta el cotazón del hogay deja flotando la pregunta que parece sobrevivir al poemario: ¿dónde empieza y dónde termina una casa?
Delfina Miguuelatorena

Algarabía

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Catalina Reggiani
Concreto

Las coordenadas de Algarabía apuntan siempre hacia ese territorio inexacto que es la casa. En cada poema se filtra un jadeo hasta vovler inevitable el latido.  La casa, en estas págnas, se aborda como órgano vital. La autora expande su geografía, la ensancha y destruye los cimientos. Vuelve a la casa un cuerpo n´made.

La frontera entre el afuera y el adentro pierde nitidez, todo lo que ingresa por la ventana o la puerta se vuelve constitutivo. La casa se convierte en agua o viento, en playa o bosque, hasta contituir su propio sistema secreto. Catalina desdoblada, a través de las huellas que nos nombran, el lenguaje de ese ecosistema - el territorio íntimo- y nos regala su eco que, como un grito primitivo se impregna en todo lo que nos rodea.

La cotidianidad se vuelve un animal sabio que nos  guía hasta el cotazón del hogay deja flotando la pregunta que parece sobrevivir al poemario: ¿dónde empieza y dónde termina una casa?
Delfina Miguuelatorena