Bárbara Belloc

Ediciones Gog & Magog

Escrito "en y entre viajes", como dice Bárbara Belloc (Buenos Aires, 1968) al comienzo del libro, Andinista se mueve (viaja) por el terreno de la lírica como lo haría una liebre que está siendo observada: con ojo avizor y oído atento. Así, la autora conjura el riesgo del lirismo adormecido en que el yo poético se atiene, sin más, a las vicisitudes o urgencias de la biografía personal: "El día que la lírica recupere su flor será coronada la reina de Marte", escribe sin ironía en un poema en el que la retórica de informe le sirve para comprender y extender lo que se llama "materia poética". Un poema en solitario, "Santa", seguido de una sección llamada Canciones , y la sección final y más extensa, "Glossemata", dibujan a un tiempo la forma de la montaña y la figura de quien emprende el ascenso. Montaña por donde asciende la serie de poemas en los que a la precisión de las palabras le sigue lo impreciso, lo necesariamente indeterminado que el discurso poético reclama para que, al fin, suceda la obra.

Andinista se inscribe en una tradición de la poesía argentina en la que pueden incluirse los nombres de Hugo Gola, Arnaldo Calveyra, Hugo Padeletti. En Belloc, esto se manifiesta a través del léxico que no desdeña el uso del español rioplatense, con el efecto de proximidad que conlleva, y un imaginario en el que caben tanto el mundo natural, la materia viva representada por los animales, las plantas o el universo celeste, como la vida del espíritu se trate de la propia, o la de la lavandera de "Diaguita". No es ocioso entonces que, inactual, se haga presente el misterio: "Quiero salir de la caverna. Sin resoplidos. Sin grandes gestos. Sin un hacha./ En la mañana fría, la nieve todavía sin hollar, espesa y rápida como humo blanco/ de almendras. Ese misterio debajo de los pies, y el instinto que tarde o temprano,/ como Héspero, vuelve todo a su red".

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De las estrellas "santas" del poema inicial a las "estrellas de rock" y su hastío, Belloc revela un trabajo paciente sobre la forma. El título de la tercera parte, "Glossemata", remite a la noción de la lingüística que destaca el papel central de aquella por sobre la realidad semántica o fónica del lenguaje; poemas como "Ciclo del 8", "Ciclo del 15" o "El regreso" se mueven en esa dirección. Los buenos libros no se explican sino por sí mismos y, en cualquier caso, cabe señalar los aciertos y su alcance. Por ejemplo, allí donde Belloc escribe "Perdida en el pie de página de un libro leí/ ‘escalar la ladera de una montaña llamada Metafísica’/ donde decía algo distinto", ha de verse quizá, una imagen de la andinista similar a como se muestra en El monte análogo , la novela inconclusa de René Daumal: "Al subir uno ve. Al bajar, ya no se ve, pero se ha visto".

© LA NACION

Andinista

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Escrito "en y entre viajes", como dice Bárbara Belloc (Buenos Aires, 1968) al comienzo del libro, Andinista se mueve (viaja) por el terreno de la lírica como lo haría una liebre que está siendo observada: con ojo avizor y oído atento. Así, la autora conjura el riesgo del lirismo adormecido en que el yo poético se atiene, sin más, a las vicisitudes o urgencias de la biografía personal: "El día que la lírica recupere su flor será coronada la reina de Marte", escribe sin ironía en un poema en el que la retórica de informe le sirve para comprender y extender lo que se llama "materia poética". Un poema en solitario, "Santa", seguido de una sección llamada Canciones , y la sección final y más extensa, "Glossemata", dibujan a un tiempo la forma de la montaña y la figura de quien emprende el ascenso. Montaña por donde asciende la serie de poemas en los que a la precisión de las palabras le sigue lo impreciso, lo necesariamente indeterminado que el discurso poético reclama para que, al fin, suceda la obra.

Andinista se inscribe en una tradición de la poesía argentina en la que pueden incluirse los nombres de Hugo Gola, Arnaldo Calveyra, Hugo Padeletti. En Belloc, esto se manifiesta a través del léxico que no desdeña el uso del español rioplatense, con el efecto de proximidad que conlleva, y un imaginario en el que caben tanto el mundo natural, la materia viva representada por los animales, las plantas o el universo celeste, como la vida del espíritu se trate de la propia, o la de la lavandera de "Diaguita". No es ocioso entonces que, inactual, se haga presente el misterio: "Quiero salir de la caverna. Sin resoplidos. Sin grandes gestos. Sin un hacha./ En la mañana fría, la nieve todavía sin hollar, espesa y rápida como humo blanco/ de almendras. Ese misterio debajo de los pies, y el instinto que tarde o temprano,/ como Héspero, vuelve todo a su red".

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De las estrellas "santas" del poema inicial a las "estrellas de rock" y su hastío, Belloc revela un trabajo paciente sobre la forma. El título de la tercera parte, "Glossemata", remite a la noción de la lingüística que destaca el papel central de aquella por sobre la realidad semántica o fónica del lenguaje; poemas como "Ciclo del 8", "Ciclo del 15" o "El regreso" se mueven en esa dirección. Los buenos libros no se explican sino por sí mismos y, en cualquier caso, cabe señalar los aciertos y su alcance. Por ejemplo, allí donde Belloc escribe "Perdida en el pie de página de un libro leí/ ‘escalar la ladera de una montaña llamada Metafísica’/ donde decía algo distinto", ha de verse quizá, una imagen de la andinista similar a como se muestra en El monte análogo , la novela inconclusa de René Daumal: "Al subir uno ve. Al bajar, ya no se ve, pero se ha visto".

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