Gonzalo Heredia
Alto Pogo -colección novela

El atelier de la vestuarista es un departamento triste de
dos ambientes con kitchenette. Por toda la habitación hay
percheros de pie, cajas de distintos tamaños, cobertores y
bolsas de varios colores. Por la puerta entreabierta la veo en
el living, sentada en el sillón con las piernas cruzadas. Genia. Hay papeles y revistas de moda desparramados sobre
la mesa. Le dice a alguien por el celular que ella no se peleó
con nadie y que lo conoce bien a ese mosquito muerto, que
se muere por pertenecer y estar en el vip del vip, le encanta
ser amigo de los famosos y tener una vida de canjes. Manda
un besito y corta. Aparece y pregunta: ¿Cómo fue? Señala
el ruedo. La asistente con cara de Pamela gira la cabeza, tiene alfileres en la boca, despega apenas los labios y contesta:
Todo bien por acá, marcando el pantalón, es un poquito
más bajo que Julián. Está en cuatro patas con la cara roja y
la frente brillante. La vestuarista me mira, sonríe y me abrocha los últimos dos botones de la camisa blanca.
Me pregunta si lo conozco y le pregunto: ¿Qué Julián? López,
me dice. Me hago el boludo y le pregunto si se dio cuenta de
que estoy más flaco y le digo que estoy entrenando durísimo,
pregunta por la última vez que nos vimos y se contesta: Los
Martín Fierro, y se queda callada. Sé que está pensando que lo
perdí. Le hubiera encantado que lo ganara, así se lucía su outfit
en las tapas de todas las revistas, pienso. Me dice que se acuerda
que estaba divino, súper guapo, elegante y fino, como ahora.
Un bombón. Tiene la sonrisa tatuada en los labios. Cuando
termina de alisar la camisa y acomodar el cinturón, me pide
que nos saquemos una foto para Instagram.

CONSTRUCCIÓN DE LA MENTIRA

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El atelier de la vestuarista es un departamento triste de
dos ambientes con kitchenette. Por toda la habitación hay
percheros de pie, cajas de distintos tamaños, cobertores y
bolsas de varios colores. Por la puerta entreabierta la veo en
el living, sentada en el sillón con las piernas cruzadas. Genia. Hay papeles y revistas de moda desparramados sobre
la mesa. Le dice a alguien por el celular que ella no se peleó
con nadie y que lo conoce bien a ese mosquito muerto, que
se muere por pertenecer y estar en el vip del vip, le encanta
ser amigo de los famosos y tener una vida de canjes. Manda
un besito y corta. Aparece y pregunta: ¿Cómo fue? Señala
el ruedo. La asistente con cara de Pamela gira la cabeza, tiene alfileres en la boca, despega apenas los labios y contesta:
Todo bien por acá, marcando el pantalón, es un poquito
más bajo que Julián. Está en cuatro patas con la cara roja y
la frente brillante. La vestuarista me mira, sonríe y me abrocha los últimos dos botones de la camisa blanca.
Me pregunta si lo conozco y le pregunto: ¿Qué Julián? López,
me dice. Me hago el boludo y le pregunto si se dio cuenta de
que estoy más flaco y le digo que estoy entrenando durísimo,
pregunta por la última vez que nos vimos y se contesta: Los
Martín Fierro, y se queda callada. Sé que está pensando que lo
perdí. Le hubiera encantado que lo ganara, así se lucía su outfit
en las tapas de todas las revistas, pienso. Me dice que se acuerda
que estaba divino, súper guapo, elegante y fino, como ahora.
Un bombón. Tiene la sonrisa tatuada en los labios. Cuando
termina de alisar la camisa y acomodar el cinturón, me pide
que nos saquemos una foto para Instagram.