Patrick Donleavy
 CIA.NAVIERA ILIMITADA EDITORES

Febrero frío en el hemisferio norte. Cornelius Christian regresa de Europa en barco (la primera edición del libro es de 1961, el escenario está plagado de trenes, barcos y teléfonos encontrados en la guía pública, un tesoro vintage) a su tierra natal, Estados Unidos, junto con su mujer, que falleció sin mayor explicación en el transcurso del viaje. Los pormenores de descender a un puerto y pasar por migraciones con un ataúd no se escatiman y van dando la pauta de la clase de risa bufonesca que sostiene el drama del relato. Sin un peso para afrontar los gastos, el empleado de aduana resuelve todo con la amabilidad que inspira la figura de Cornelius: un tipo de 30 años en gran estado atlético y que fascina tanto a hombres como a mujeres por su exótico acento inglés. La lujosa funeraria Vine se hace cargo del sepelio. Su dueño, Clarance Vine, un perfecto comerciante que se sube al auge inmobiliario de esa época, no pierde oportunidad de apalabrar a Cornelius mientras aún se velan los restos de su mujer y lo convence de que la mejor forma de pagar la deuda de ese entierro es trabajando para él en una de sus sucursales. En el primer paseo por el negocio, Cornelius terminará desmayado ante el espectáculo del arte estético post mortem y, para aumentar su impresión, será recostado en una de las camillas bajo la orden de "cósanlo, por favor" de Vine, refiriéndose a un botón de su camisa.

Cuento de hadas en Nueva York

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Febrero frío en el hemisferio norte. Cornelius Christian regresa de Europa en barco (la primera edición del libro es de 1961, el escenario está plagado de trenes, barcos y teléfonos encontrados en la guía pública, un tesoro vintage) a su tierra natal, Estados Unidos, junto con su mujer, que falleció sin mayor explicación en el transcurso del viaje. Los pormenores de descender a un puerto y pasar por migraciones con un ataúd no se escatiman y van dando la pauta de la clase de risa bufonesca que sostiene el drama del relato. Sin un peso para afrontar los gastos, el empleado de aduana resuelve todo con la amabilidad que inspira la figura de Cornelius: un tipo de 30 años en gran estado atlético y que fascina tanto a hombres como a mujeres por su exótico acento inglés. La lujosa funeraria Vine se hace cargo del sepelio. Su dueño, Clarance Vine, un perfecto comerciante que se sube al auge inmobiliario de esa época, no pierde oportunidad de apalabrar a Cornelius mientras aún se velan los restos de su mujer y lo convence de que la mejor forma de pagar la deuda de ese entierro es trabajando para él en una de sus sucursales. En el primer paseo por el negocio, Cornelius terminará desmayado ante el espectáculo del arte estético post mortem y, para aumentar su impresión, será recostado en una de las camillas bajo la orden de "cósanlo, por favor" de Vine, refiriéndose a un botón de su camisa.