Luis Sepúlveda
Editorial: Tusquets

Un día, conversando con Luis Sepúlveda, nos expresó su deseo, casi necesidad, de cerrar cuentas con su pasado de escritor -comprendimos que por «su pasado de escritor» él entendía, por supuesto, «la etapa anterior a Un viejo que leía novelas de amor»- y de situar en un único volumen todos aquellos cuentos de su preferencia que andaban dispersos en ediciones ya inencontrables o simplemente inéditos.

Aquí tenemos, pues, un libro muy querido por el propio autor, bienvenido para sus editores y, qué duda cabe, deseado de antemano por sus ya incontables lectores en el mundo entero.

Como si la vida estuviera hecha de un cúmulo de imperceptibles fallos, que convierten con frecuencia los deseos, los amores, las amistades, los sueños, los proyectos políticos, todo aquello en fin que realmente cuenta para cualquier ser humano, en inexorables desvíos del destino, estas veintisiete historias van desgranando situaciones marcadas por deslices, quiebros y desencuentros que, por una razón u otra, no han sabido o no han podido evitar. A veces la desventura ajena hace reír, y otras, cuando ésta se convierte en espejo de uno mismo, hace pensar. Así son estas historias: conmovedoras, risibles, ensoñadoras, todas entretenidas. Y nos conducen a lugares lejanos, a misteriosas intrigas, a extrañas conspiraciones, a cafés portuarios, pero también a cuartos oscuros, a pequeños talleres, a librerías de viejo, poblados de personajes estrafalarios o corrientes, pero todos, sin saberlo, en el filo de una navaja.

Tusquets Editores empezó la publicación de las obras de Luis Sepúlveda en 1993, con Un viejo que leía novelas de amor (Andanzas 180), la novela que reveló al mundo a este escritor chileno, que nació en Ovalle, Chile, en 1949. Desde entonces le acompañamos en su trayectoria literaria, y así aparecieron Mundo del fin del mundo, Nombre de torero, Patagonia Express e Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar (Andanzas 209, 220, 252 y 280). Inagotable narrador de ficciones, merecía ver al fin reunidos por él mismo estos relatos, íntimos compañeros suyos en su vagar por el mundo.

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Luis Sepúlveda
Editorial: Tusquets

Un día, conversando con Luis Sepúlveda, nos expresó su deseo, casi necesidad, de cerrar cuentas con su pasado de escritor -comprendimos que por «su pasado de escritor» él entendía, por supuesto, «la etapa anterior a Un viejo que leía novelas de amor»- y de situar en un único volumen todos aquellos cuentos de su preferencia que andaban dispersos en ediciones ya inencontrables o simplemente inéditos.

Aquí tenemos, pues, un libro muy querido por el propio autor, bienvenido para sus editores y, qué duda cabe, deseado de antemano por sus ya incontables lectores en el mundo entero.

Como si la vida estuviera hecha de un cúmulo de imperceptibles fallos, que convierten con frecuencia los deseos, los amores, las amistades, los sueños, los proyectos políticos, todo aquello en fin que realmente cuenta para cualquier ser humano, en inexorables desvíos del destino, estas veintisiete historias van desgranando situaciones marcadas por deslices, quiebros y desencuentros que, por una razón u otra, no han sabido o no han podido evitar. A veces la desventura ajena hace reír, y otras, cuando ésta se convierte en espejo de uno mismo, hace pensar. Así son estas historias: conmovedoras, risibles, ensoñadoras, todas entretenidas. Y nos conducen a lugares lejanos, a misteriosas intrigas, a extrañas conspiraciones, a cafés portuarios, pero también a cuartos oscuros, a pequeños talleres, a librerías de viejo, poblados de personajes estrafalarios o corrientes, pero todos, sin saberlo, en el filo de una navaja.

Tusquets Editores empezó la publicación de las obras de Luis Sepúlveda en 1993, con Un viejo que leía novelas de amor (Andanzas 180), la novela que reveló al mundo a este escritor chileno, que nació en Ovalle, Chile, en 1949. Desde entonces le acompañamos en su trayectoria literaria, y así aparecieron Mundo del fin del mundo, Nombre de torero, Patagonia Express e Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar (Andanzas 209, 220, 252 y 280). Inagotable narrador de ficciones, merecía ver al fin reunidos por él mismo estos relatos, íntimos compañeros suyos en su vagar por el mundo.