Silvia Handler 

Editorial Autores de Argentina
 
Celebro la llegada de este libro de Silvia Hendler como una de esas alegrías que llegan a ser oídas por el corazón y vienen a recordarnos la belleza de sus múltiples formas (una flor de loto que emerge desde el barro, una receta heredada, una canción hebrea que alivia a un niño, un retrato de Degas o de Matisse).
Con gracia poética, la autora comparte gérmenes de ideas, recuerdos que regresan a modo de evocaciones, juegos sonoros o semánticos. Con entusiasmo renovado ingresa al mundo de la creación y en ese viaje traza un legado de afecto, "la huella es lo que cuenta / surco blando, rastro seco", reza en el poema que da nombre a este poemario.
En sus formas de decir, las dimensiones se despliegan como dones y la palabra ordena el pensamiento tanto como reafirma certezas echa a andar la imaginación, encauza sueños, rescata valores ancestrales. 
A modo de escenas o visiones, el juego es su aliado tanto como la voluntad de soltar prejuicios y volverse parte de la naturaleza, del baile del mundo, de la invención. Su voz puede nombrar al alma como "un árbol de tronco protector" o volverse abeja, mariposa, guitarra, pájaro o viento.
Al rescatar memorias, Handler moldea el tiempo y algo se vuelve blando cuando busca compartir con los que más quiere. Allí está el recuerdo de los que la precedieron -la madre, el padre y la abuela con su luminoso collar de perlas-. Y, más cerca, la familia próxima, los hijos y los nietos, los amigos y los maestros.
Abierta a lo sagrado, repasa el camino hasta llegar a decir-¡quién pudiera!- que la suya "ha sido / de verdad / una buena vida".
Y una promesa queda vibrando en el aire: ""algo nuevo aguarda en el próximo puerto / allí donde el barco recalará". 
                                       
                                                       Agustina Rabaini.
 

El surco de mis pies

El surco de mis pies
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Silvia Handler 

Editorial Autores de Argentina
 
Celebro la llegada de este libro de Silvia Hendler como una de esas alegrías que llegan a ser oídas por el corazón y vienen a recordarnos la belleza de sus múltiples formas (una flor de loto que emerge desde el barro, una receta heredada, una canción hebrea que alivia a un niño, un retrato de Degas o de Matisse).
Con gracia poética, la autora comparte gérmenes de ideas, recuerdos que regresan a modo de evocaciones, juegos sonoros o semánticos. Con entusiasmo renovado ingresa al mundo de la creación y en ese viaje traza un legado de afecto, "la huella es lo que cuenta / surco blando, rastro seco", reza en el poema que da nombre a este poemario.
En sus formas de decir, las dimensiones se despliegan como dones y la palabra ordena el pensamiento tanto como reafirma certezas echa a andar la imaginación, encauza sueños, rescata valores ancestrales. 
A modo de escenas o visiones, el juego es su aliado tanto como la voluntad de soltar prejuicios y volverse parte de la naturaleza, del baile del mundo, de la invención. Su voz puede nombrar al alma como "un árbol de tronco protector" o volverse abeja, mariposa, guitarra, pájaro o viento.
Al rescatar memorias, Handler moldea el tiempo y algo se vuelve blando cuando busca compartir con los que más quiere. Allí está el recuerdo de los que la precedieron -la madre, el padre y la abuela con su luminoso collar de perlas-. Y, más cerca, la familia próxima, los hijos y los nietos, los amigos y los maestros.
Abierta a lo sagrado, repasa el camino hasta llegar a decir-¡quién pudiera!- que la suya "ha sido / de verdad / una buena vida".
Y una promesa queda vibrando en el aire: ""algo nuevo aguarda en el próximo puerto / allí donde el barco recalará". 
                                       
                                                       Agustina Rabaini.