Haroldo Conti
Emecé 

En vida constituye tal vez la apuesta de estilo más alta de Haroldo Conti. Historia urbana hasta el hueso, existencial al modo de El pozo de Onetti y de El extranjero de Camus, narra el desencuentro entre el individuo y su contexto, una ciudad que se le vuelve ajena, hostil. Caminarla, viajar en sus colectivos y en sus trenes, confundirse con la multitud, extraviarse sin rumbo, es añorar un tiempo idílico en el que la infancia y el aire campero devienen en una melancolía corrosiva. Las calles son las mismas que unas décadas atrás anduvieron los poseídos arltianos. Pero a diferencia de aquellos, ni Oreste ni sus compinches del vino, la madrugada y las grescas vislumbran una causa, un complot. Más bien entregados a la caída, se refocilan en la pendiente. Sin compasión, Conti retrata tanto la ciudad como a sus marginales, esos seres que recalan perdedores en una oficina piojosa del Pasaje Barolo, en los boliches del Bajo y en los rancheríos vecinos al río. Un gesto típico de la ficción de la época (los años 60, los 70) consiste en validar lo que se cuenta desde lo vivido: trabajos duros, vagabundeos, militancias parecen concederle más trascendencia a lo escrito. En el caso de Conti, esa experiencia está. Sin embargo, no es en lo autobiográfico donde él pone el acento. Testigo cómplice, acompaña a los perdedores en sus pequeñas abyecciones y solidaridades nocturnas. Si en un parpadeo se insinúa el erotismo, asoma como estallido y devuelve después a una soledad sin fondo. Conti no sólo sabe de lo que habla sino que además sabe cómo contarlo. En vida se publica en 1971. Aunque no goza de la fulguración del boom, merece ser leída en ese marco. Entonces se afirma como lo que es: una novela ascética, independiente, insular. Ese microcosmos de apartados, sus debacles descriptas con obsesión, siguen manteniendo vigencia. En este aspecto, En vida puede explicar la estrategia militante del escritor comprometido y su suerte trágica al ser secuestrado, torturado y desaparecido por la última dictadura. Sin embargo, sugiero leerla por fuera de la museificación de su autor. Es que sus páginas permanecen en vida. Guillermo Saccomanno

En vida.

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En vida constituye tal vez la apuesta de estilo más alta de Haroldo Conti. Historia urbana hasta el hueso, existencial al modo de El pozo de Onetti y de El extranjero de Camus, narra el desencuentro entre el individuo y su contexto, una ciudad que se le vuelve ajena, hostil. Caminarla, viajar en sus colectivos y en sus trenes, confundirse con la multitud, extraviarse sin rumbo, es añorar un tiempo idílico en el que la infancia y el aire campero devienen en una melancolía corrosiva. Las calles son las mismas que unas décadas atrás anduvieron los poseídos arltianos. Pero a diferencia de aquellos, ni Oreste ni sus compinches del vino, la madrugada y las grescas vislumbran una causa, un complot. Más bien entregados a la caída, se refocilan en la pendiente. Sin compasión, Conti retrata tanto la ciudad como a sus marginales, esos seres que recalan perdedores en una oficina piojosa del Pasaje Barolo, en los boliches del Bajo y en los rancheríos vecinos al río. Un gesto típico de la ficción de la época (los años 60, los 70) consiste en validar lo que se cuenta desde lo vivido: trabajos duros, vagabundeos, militancias parecen concederle más trascendencia a lo escrito. En el caso de Conti, esa experiencia está. Sin embargo, no es en lo autobiográfico donde él pone el acento. Testigo cómplice, acompaña a los perdedores en sus pequeñas abyecciones y solidaridades nocturnas. Si en un parpadeo se insinúa el erotismo, asoma como estallido y devuelve después a una soledad sin fondo. Conti no sólo sabe de lo que habla sino que además sabe cómo contarlo. En vida se publica en 1971. Aunque no goza de la fulguración del boom, merece ser leída en ese marco. Entonces se afirma como lo que es: una novela ascética, independiente, insular. Ese microcosmos de apartados, sus debacles descriptas con obsesión, siguen manteniendo vigencia. En este aspecto, En vida puede explicar la estrategia militante del escritor comprometido y su suerte trágica al ser secuestrado, torturado y desaparecido por la última dictadura. Sin embargo, sugiero leerla por fuera de la museificación de su autor. Es que sus páginas permanecen en vida. Guillermo Saccomanno