Soledad Urquía 
Tenemos las máquinas

La protagonista de esta virtuosa primera novela permanece un año peregrinando por la India profunda. Pertenece a una familia acomodada y ha dejado un futuro promisorio para buscar aquello que se busca en la India: sentido. A diferencia de la mayoría de los extranjeros que esporádicamente la acompañan, todos occidentales, entregados al turismo religioso —tan consumista y bizarro como cualquier turismo—, ella cumple con todos los rituales del ascetismo y la desnudez: horas interminables de meditación por día, infinitos viajes en trenes atestados, cruces de fronteras para renovar la visa y quedarse, siempre, un poco más.

Narrada como una crónica, casi un diario de viajes, la novela describe el contexto y al mismo tiempo la protagonista se observa actuar en el seno de esas comunidades donde “todo está bien, desde días de mutismo y ayuno hasta un brote psicótico”. Tan honda es su inmersión en aquel mundo otro que, antes de partir, alguien debe recomendarle comprarse un par de ojotas para no ir descalza en el avión.

Con la misma desnudez de su vestidura, expuesta siempre a la torridez del paisaje humano y natural, este libro es un minucioso camino iniciático; lo más apasionante es que jamás deja de ponerlo en duda. ¿Encuentra el sentido que buscaba? Con elegancia y despojamiento, esta admirable novela es una posible respuesta a esa pregunta.

Mamá India

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Soledad Urquía 
Tenemos las máquinas

La protagonista de esta virtuosa primera novela permanece un año peregrinando por la India profunda. Pertenece a una familia acomodada y ha dejado un futuro promisorio para buscar aquello que se busca en la India: sentido. A diferencia de la mayoría de los extranjeros que esporádicamente la acompañan, todos occidentales, entregados al turismo religioso —tan consumista y bizarro como cualquier turismo—, ella cumple con todos los rituales del ascetismo y la desnudez: horas interminables de meditación por día, infinitos viajes en trenes atestados, cruces de fronteras para renovar la visa y quedarse, siempre, un poco más.

Narrada como una crónica, casi un diario de viajes, la novela describe el contexto y al mismo tiempo la protagonista se observa actuar en el seno de esas comunidades donde “todo está bien, desde días de mutismo y ayuno hasta un brote psicótico”. Tan honda es su inmersión en aquel mundo otro que, antes de partir, alguien debe recomendarle comprarse un par de ojotas para no ir descalza en el avión.

Con la misma desnudez de su vestidura, expuesta siempre a la torridez del paisaje humano y natural, este libro es un minucioso camino iniciático; lo más apasionante es que jamás deja de ponerlo en duda. ¿Encuentra el sentido que buscaba? Con elegancia y despojamiento, esta admirable novela es una posible respuesta a esa pregunta.