Gabriela Mistral

Investigación de Pedro Pablo Zegers
Edición de Ernesto Pfeiffer y Cristián Warnken
Ilustraciones de Roser Bru
Colección Pensamiento
Universidad de Valparaiso Editorial

El libro recoge el pensamiento pedagógico de Gabriela Mistral, su visión de la educación, «la más alta de las poesías». Hay escritos íntimos, otros públicos, confesiones, cartas, interpelaciones que nos revelan no sólo a la gran prosista que fue, sino a la pensadora de alcance mundial, la adelantada a su tiempo, pero también la que vuelve a las raíces y a las grandes fuentes. Un libro inspirador no sólo para profesores, padres y estudiantes, sino también para quienes tienen que diseñar las políticas públicas en educación. Gabriela Mistral nos recuerda que la educación, más que ciencia, es un arte y, por lo tanto, medirla sólo en cifras, es reducir su dimensión estética, crucial para nuestra poeta, quien dijo que «toda lección es susceptible de belleza». Gabriela Mistral siempre habló de la educación como su «oficio lateral», pero en realidad fue una pasión central en su vida, una pasión que movilizó todo su entusiasmo, que le provocó sinsabores y «ninguneos», que la llevó a México a participar de la gran reforma educativa del ministro y poeta Vasconcelos; una pasión sobre la que nunca dejó de escribir. Para ella, educar es una tarea sagrada, y el profesor no es un mero funcionario sino un sacerdote. «No coloquéis sobre la lengua viva de los niños, la palabra muerta», dice Mistral, consciente de que un deterioro del lenguaje es también un empobrecimiento del ser.

El libro incluye testimonios de Rosabetty Muñoz, Patricio Felmer, Ana María Maza, Angélica Edwards y Floridor Pérez.

Gabriela Mistral (Vicuña, 1889 - Nueva York, 1957) Autora de una vasta obra, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1945 y es una voz fundamental de la poesía hispanoamericana del siglo XX. Su pensamiento pedagógico, con el que se adelantó a su tiempo, es una de sus múltiples dimensiones. La «maestra rural» —que fue directora de colegios en el norte y el extremo sur de Chile— fue una errante que recorrió el mundo, y conoció y cantó a América como nadie, así como su intimidad doliente y fisurada. Viene del modernismo, pero lo trasciende y, según Octavio Paz, fue «una solitaria entre las vanguardias». Su primer libro decisivo es Desolación (1922). En Ternura (1924) revitaliza la poesía infantil tradicional, pero es en Tala (1938), donde alcanza profundidades físicas y metafísicas notables, con un sincretismo muy personal de origen bíblico, indígena y esotérico. Para muchos, su prosa es más deslumbrante que su poesía y es ahí donde aparece su acento más personal, su habla más propia. En Recados contando a Chile (1957) Gabriela Mistral se revela como una aguda testigo de la actualidad, y es en las prosas dedicadas a las «materias» donde se consagra como la gran poetisa de los misterios cotidianos..

Pasión de enseñar. Pensamiento pedagógico

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El libro recoge el pensamiento pedagógico de Gabriela Mistral, su visión de la educación, «la más alta de las poesías». Hay escritos íntimos, otros públicos, confesiones, cartas, interpelaciones que nos revelan no sólo a la gran prosista que fue, sino a la pensadora de alcance mundial, la adelantada a su tiempo, pero también la que vuelve a las raíces y a las grandes fuentes. Un libro inspirador no sólo para profesores, padres y estudiantes, sino también para quienes tienen que diseñar las políticas públicas en educación. Gabriela Mistral nos recuerda que la educación, más que ciencia, es un arte y, por lo tanto, medirla sólo en cifras, es reducir su dimensión estética, crucial para nuestra poeta, quien dijo que «toda lección es susceptible de belleza». Gabriela Mistral siempre habló de la educación como su «oficio lateral», pero en realidad fue una pasión central en su vida, una pasión que movilizó todo su entusiasmo, que le provocó sinsabores y «ninguneos», que la llevó a México a participar de la gran reforma educativa del ministro y poeta Vasconcelos; una pasión sobre la que nunca dejó de escribir. Para ella, educar es una tarea sagrada, y el profesor no es un mero funcionario sino un sacerdote. «No coloquéis sobre la lengua viva de los niños, la palabra muerta», dice Mistral, consciente de que un deterioro del lenguaje es también un empobrecimiento del ser.

El libro incluye testimonios de Rosabetty Muñoz, Patricio Felmer, Ana María Maza, Angélica Edwards y Floridor Pérez.

Gabriela Mistral (Vicuña, 1889 - Nueva York, 1957) Autora de una vasta obra, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1945 y es una voz fundamental de la poesía hispanoamericana del siglo XX. Su pensamiento pedagógico, con el que se adelantó a su tiempo, es una de sus múltiples dimensiones. La «maestra rural» —que fue directora de colegios en el norte y el extremo sur de Chile— fue una errante que recorrió el mundo, y conoció y cantó a América como nadie, así como su intimidad doliente y fisurada. Viene del modernismo, pero lo trasciende y, según Octavio Paz, fue «una solitaria entre las vanguardias». Su primer libro decisivo es Desolación (1922). En Ternura (1924) revitaliza la poesía infantil tradicional, pero es en Tala (1938), donde alcanza profundidades físicas y metafísicas notables, con un sincretismo muy personal de origen bíblico, indígena y esotérico. Para muchos, su prosa es más deslumbrante que su poesía y es ahí donde aparece su acento más personal, su habla más propia. En Recados contando a Chile (1957) Gabriela Mistral se revela como una aguda testigo de la actualidad, y es en las prosas dedicadas a las «materias» donde se consagra como la gran poetisa de los misterios cotidianos..