Stefan Zweig
Ediciones Godot

El campeón mundial de ajedrez, Mirko Czentovic, viaja en un buque de vapor desde Nueva York hacia Buenos Aires a disputar un torneo. McConnor, un obstinado pasajero aficionado, desde que se entera de su presencia no descansa hasta lograr jugar una partida con él, pero no le sale barato: doscientos cincuenta dólares por partida es el precio de Czentovic.

El devenir de los acontecimientos cambia cuando entra en escena el doctor B., un personaje extraño que ocasionalmente pasa por el lugar donde Czentovic se enfrentaba a McConnor. No puede evitar observar la partida y aconsejarle a McConnor las jugadas correctas para salvar la partida y obtener un empate.


Probablemente crea que voy a hablarle sobre los campos de concentración donde

llevaban a todos aquellos que se mantenían fieles a nuestra vieja Austria, sobre las humillaciones, los tormentos y las torturas que sufrí allí; pero nada de eso sucedió. Yo estaba en una categoría diferente. El método era el más exquisito y refinado aislamiento. No nos hacían nada: simplemente nos ubicaban en un completo vacío, y todo el mundo sabe que en la tierra nada ejerce más presión sobre el alma del ser humano que el vacío. Se esperaba que el confinamiento solitario en un vacío total, una habitación desconectada herméticamente del mundo exterior, creara presión no desde afuera, mediante la violencia y el frío, sino desde adentro, lo cual finalmente nos haría confesar.

Una partida de ajedrez

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El campeón mundial de ajedrez, Mirko Czentovic, viaja en un buque de vapor desde Nueva York hacia Buenos Aires a disputar un torneo. McConnor, un obstinado pasajero aficionado, desde que se entera de su presencia no descansa hasta lograr jugar una partida con él, pero no le sale barato: doscientos cincuenta dólares por partida es el precio de Czentovic.

El devenir de los acontecimientos cambia cuando entra en escena el doctor B., un personaje extraño que ocasionalmente pasa por el lugar donde Czentovic se enfrentaba a McConnor. No puede evitar observar la partida y aconsejarle a McConnor las jugadas correctas para salvar la partida y obtener un empate.


Probablemente crea que voy a hablarle sobre los campos de concentración donde

llevaban a todos aquellos que se mantenían fieles a nuestra vieja Austria, sobre las humillaciones, los tormentos y las torturas que sufrí allí; pero nada de eso sucedió. Yo estaba en una categoría diferente. El método era el más exquisito y refinado aislamiento. No nos hacían nada: simplemente nos ubicaban en un completo vacío, y todo el mundo sabe que en la tierra nada ejerce más presión sobre el alma del ser humano que el vacío. Se esperaba que el confinamiento solitario en un vacío total, una habitación desconectada herméticamente del mundo exterior, creara presión no desde afuera, mediante la violencia y el frío, sino desde adentro, lo cual finalmente nos haría confesar.